Se inclinaba a la carne,
pero también a la risa
y aunque le gustaba blasfemar
y le faltaban dientes
nunca fue triste ni
brusca con nosotros
cuando la visitábamos
los domingos
y nos hacía una gota de
té
mientras acaloradamente
“maldecía” esto y “puñetero” aquello.
(…)
Ella se mantenía allí
como un árbol
creciendo y
marchitándose según la estación.
“No es envejecer lo que
yo hago, sino madurar”,
y sus palabras caían
como semillas
en la acogedora tierra de mi mente.
Y cuando me hubo
envuelto entre sus miembros fuertemente,
sentí las carnes –los
anillos de crecimiento de su cuerpo.
Cathal Ó Searcaigh,
poeta irlandés (1993).
"She is as strong as a mountain". Pintura de Catherine Jaftha.
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