En la cafetería de unos grandes almacenes, más
allá, casi enfrente, dos hombres. En la mesa
contigua a la suya, dos mujeres de leves
rasgos orientales se disponen a irse, parecen
madre e hija. Los dos dirigen
al unísono la vista a sus traseros, casi
al alcance de la mano. Su mirada, los
gestos, las risotadas apenas contenidas
traducen inaudibles la lubricidad de las
palabras. Ajenas ellas, continúan
una conversación que al pasar a mi lado
escucho en lengua inglesa. Los ojos
de los hombres ha
seguido el trayecto fijos
en el mismo punto. No es
seguro que a esto
Freud lo llamara fase
anal y me pregunto
cómo afecta a las
mujeres la escena, si sabemos
al verla el lugar que
ocupamos; nadie
al parecer alrededor
observa nada. ¿Cómo
pueden, pregunto tras
hacer relato, cómo pueden
hablar así entre sí?
–Tal vez por la costumbre
porque así lo han
expresado y compartido
desde chicos-. Ellos
también, al volver sus
mujeres y una niña del
baño, se levantan y salen.
Lo solo del animal. Tusquets.
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