lunes, 31 de agosto de 2015

Rosa, rosae. "Encontrando a Vivian Maier".


Mucho ha interesado la entrada dedicada a Vivian Maier, así que os dejo el enlace al documental sobre la investigación de su vida y obra. 

“Paradójica”, “valiente”, “reservada”, “excéntrica”... Es como la recuerdan muchos de los niños y niñas que cuidó y sus padres, adultos ahora o ancianos venerables.
“La vi hacer una foto a un cubo de basura…”, comenta alguien, “no pensé que estuviese loca…”


“Era invierno, 2007…” La voz del jovencísimo historiador John Malooff nos adentra en aquella subasta que cambió su vida y nos devolvió las miles de imágenes que Vivan Maier tomó de su mundo.
Maloof es el relato de una mezcla no tan poco frecuente como se cree: una buena formación, talento, curiosidad.
Habitual de las subastas desde niño, buscaba fotografías antiguas para un libro que escribía sobre Chicago. La casa de subastas estaba enfrente de la suya.


“Autenticidad y compresión de la vida humana”, alaba un experto.
“Era una persona estupenda”, dice una de sus pocas amigas. “Adoraba a los niños y los niños la adoraban a ella.”



Tenemos su voz, la voz de Vivian Maier. Entre las cosas que Maloof logró recuperar de aquí y de allí, almacenadas en garajes o trasteros, encontró centenares de cintas grabadas por Vivian, casi diarios sonoros de su vida. 
Entre ellas, hay entrevistas en el supermercado, preguntando a conocidos sobre la situación política… Oímos su voz decir: “… pero tendrás una opinión. Las mujeres tienen que tener opiniones. Venga.”


Hay otras Vivian Maier: las de sus fotografías de personas asesinadas, visita a la funeraria incluida [es lo que hacen los periodistas, comenta Maloof, “pero eso lo suelen hacer para enseñárselo a la gente”]; la que comenzó a viajar por el mundo a partir de 1959 (“India, Tailandia, Egipto, Yemen […] toda Sudamérica”); su misteriosa y desapegada familia. Su miedo desproporcionado a que la tocasen; sus advertencias sobre “los hombres”;  el fantasma de los malos tratos infantiles, propios y ajenos.


Esforzado y metódico, John Maloof viajó a Francia, a los orígenes de Vivan. “Era diferente”, comenta el Alcalde del pueblecito materno, “se volvía loca con la montaña”, o con alguien que estuviese trabajando en el campo… Su madre también tenía una cámara.
                                                                   
 * * *

“Recuerdo que hacía fotografías a maniquíes desnudos o rotos…”

“Hacía lo que quería. Eso es lo que me enseño a mí”.

“Cuando hacía fotografías, veía lo mucho que puedes invadir el espacio de alguien”


El documental finaliza con su voz:
"Bueno, supongo que nada dura para siempre. Tenemos que dejar espacio a los demás. 
Es un ciclo. Te subes, vas hacia el final y otra persona ocupa su lugar.
Ahora voy a cerrar e ir a la puerta de al lado a trabajar.”


Ochenta minutos bien aprovechados.

Enlace al documental completo, subtitulado en español:

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