Navidades.
Fiestas. Familia.
Pues sí.
Familia.
No preguntéis: acabé durmiendo la Nochebuena
con mi madre.
Como lo leéis.
Son cosa de la intendencia de las fiestas, el
mal menor: había que elegir entre montar un lío de camas y sofás para que
cupiésemos todos, mover a mi padre de su cuarto, que casi se nos pierde para
ir al baño que lo tiene enfrente… o sacrificarme yo, cual Helena de Troya.
Preferí Troya, claro.
Omito detalles. Sólo diré que, cuando alcancé
la cama, mi madre dormía como un afilador que duerme pero bien.
Con los cascos puestos. Con la radio a toda
pastilla.
Hice malabarismos para no despertarla, que dice
que duerme mal. Agarraba el aparatito de marras como si fuese la llave que abre
el Banco de España. Al final, acerté (con máximo sigilo) a desconectar los
cascos e incluso a dar con el off del bicho.
Y todo fue bien. Hasta las 6 de la mañana.
La gata decidió que ya era hora de confiar en
mí e intimar, y colocó sus kilillos en mi espalda, que se ve que estaba
calentita.
Mi madre no se movió, pero habló:
-¿Estás despierta, hija?
-No.
Estrella de Navidad de Lola Derek
-He dormido fatal –me dijo tras oírme trastear
con unas estupendas galletas María.
En
nada, ya estaba en forma, repitiendo por enésima vez historias familiares. La dureza de la vida en el campo, la falta de medios. Marchar a Madrid, donde conoció a mi padre...
Pero
en medio de los lugares comunes, más de 50 años después de mi nacimiento,
conocí otro dato de la boda de mis padres: una máquina de coser.
Sí,
la dote, unos miles de pesetas que hoy no alcanzaría para el fin de semana de
muchos, se completó con una máquina de coser. Esa máquina de coser que he visto
desde pequeña. Esa máquina que soy incapaz de poner en marcha sola, y más vale
que me espabile, porque mi madre está más cerca de los 90 que de los 80.
Mi
madre, mujer inteligentísima que debió haber estudiado.
Pregunté
tímidamente si con el dinero de la máquina de coser (y la dote) no habría
podido estudiar.
Tardó
en responder. –Mi tío [y aquí siempre cita a un hombre que fue una institución
en la familia] quería llevarme con él a Barcelona, pero…
Luego
pasó cortar el queso, preparar la mesa, vigilar el horno, los niños… la
Navidad.
-¿Lo
tuyo no es cáncer, no? No me lo estarás ocultando…
De
vez en cuando saca el tema, para asegurarse.
Y
yo vueeelvo a decirle que no, aunque sé que me entendió perfectamente el primer
día que le expliqué mi hipertiroidismo; a pesar de los 15 milicuries de Yodo 131; a pesar de que lo ha mirado todo-todo
en su enciclopedia.
Aunque
le diga que ¡por fin!, después de 15 meses, la TSH, la T3 y la T4 se han puesto
de acuerdo y han firmado un pacto, sí: las tres, por primera vez, están en
límites normales. Veremos en cinco meses...
El
año termina; es sólo una ilusión de tiempo.
La
vida continúa.
Seamos
optimistas.
No
preguntéis.
Incluso,
tal vez, no luchéis.
Estrella de Navidad del blog "Guía de Manualidades"
Me pareció divertido titular estas entradas así, "Diario de una hipo-pótama", creyendo
que hipopótamo venía del griego hypo (debajo) y potamos (río).
que hipopótamo venía del griego hypo (debajo) y potamos (río).
Algo así como debajo del agua, que es como nos sentimos las mujeres
muchas veces (en temas de salud, p.ej.)
Pero no: viene de hippos (caballo).
O sea, que me siento como un caballo de río.
O sea, que me siento como un caballo de río.
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