Hoy es el día ¿no? El día de la mujer; nuestro día.
¿Nuestro día? ¿Necesitamos un día? ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Y el resto del año no cuenta?
Tranquilas, hoy no estoy chinchona, quizá debería pero… no, no lo estoy. Pero sí quiero aprovechar esta fecha para contaros una anécdota que guardo con cariño en mi memoria porque me sirve para afrontar esos momentos de mi existencia en los que la vida solo parece un firme, sólido y árido obstáculo.
Tranquilas, hoy no estoy chinchona, quizá debería pero… no, no lo estoy. Pero sí quiero aprovechar esta fecha para contaros una anécdota que guardo con cariño en mi memoria porque me sirve para afrontar esos momentos de mi existencia en los que la vida solo parece un firme, sólido y árido obstáculo.
Siempre me ha gustado mucho la montaña y, durante una época, la practiqué con verdadera pasión. Por aquel entonces tuve la suerte, y puedo decir sin duda alguna que también el placer, de escuchar en una conferencia a Yunko Tabei: La primera mujer que escaló el Everest allá por el año 1975.
En la charla nos habló de su historia y de los avatares de aquella ascensión, en la que por cierto, murieron compañeras suyas y en la que ella también quedó sepultada por un alud.
Cuando llegó el turno de preguntas la primera que le hicieron fue: ¿Qué ha sido lo más difícil de su escalada al Everest? Y ante aquella, quizá tan obvia pregunta, obtuvimos en mi opinión la mejor respuesta que nadie podía habernos dado nunca.
Sin dudarlo ni un sólo segundo, ella respondió: Alcanzar el campamento base.
Cuando llegó el turno de preguntas la primera que le hicieron fue: ¿Qué ha sido lo más difícil de su escalada al Everest? Y ante aquella, quizá tan obvia pregunta, obtuvimos en mi opinión la mejor respuesta que nadie podía habernos dado nunca.
Sin dudarlo ni un sólo segundo, ella respondió: Alcanzar el campamento base.
Para las neófitas de la montaña aclararé que el campamento base es el punto de partida de las expediciones, donde realmente se empieza a escalar y acometer la cima.
Situémonos en el Japón de los años cincuenta del siglo pasado. Una sociedad anclada en los valores más tradicionales, el feudalismo en su insignia de identidad y el machismo como única opción entendible. Un profesor lleva a su clase a una excursión a la montaña y una niña de diez años queda extasiada con todo aquello.
Yunko nos habló del esfuerzo que tuvo que realizar con sus padres para que aceptaran que una jovencita podía vagar sola por la montaña. Del esfuerzo por garantizarles a ellos y a sus profesores, de que una mujer era capaz de entrenar en la montaña y, a su vez, estudiar una carrera universitaria. Del esfuerzo por convencer a la sociedad y sus empresarios de que una mujer podía ser una profesional de la empresa tan cualificada como sus compañeros y, además, montañera. Del esfuerzo, menos mal, como en repetidas ocasiones señaló, que encontró a un hombre, su marido, que siempre creyó en ella como persona, que tuvo que realizar para convencer a sociedad, familia y amigos de que una mujer podía ser una buena esposa, profesional competente, universitaria educada y… montañera. Cuando tuvo a su hija, añadió a la defensa de su pasión por la montaña, la demostración de que también era capaz de ser una buena madre.
Luego tuvo un sueño: Ascender al Everest. Algo que ninguna mujer había realizado hasta entonces (recordemos que ahora estamos hablando de los años 70, cuando dicha cima todavía era mítica). Y volvió al esfuerzo.
Esfuerzo por localizar sponsors para su proyecto en una sociedad que consideraba intolerable que una mujer plantease tan siquiera esa opción y además, por si fuera poco, ¡una mujer casada! ¡y con una hija! ¡pero quién en su sano juicio va apoyar semejante demostración de locura y desfachatez! No se rindió. Llamó a un a puerta, a otra, a otra…
- ¿Qué fue lo más difícil de ascender al Everest?
- Llegar al campamento base.
¿Por qué? Porque Yunko sabía que una vez en la montaña ya sólo era una cuestión de su capacidad como montañera. Ya sólo se trataba de su preparación y de su habilidad. Y sería, como mucho, la propia montaña quien la juzgara. Pero llegar al campamento base era un asunto ajeno a su talento. Una extenuante lucha contra elementos que nada tenían que ver con su capacitación y preparación.
Y en esas estamos, celebrando días de la mujer, luchando por tener la oportunidad de que no se nos prejuzgue por nuestra condición femenina. Ella lo consiguió.
Cuidaros.
Fiona L.
PD: Por cierto, ayer hizo un año. Mujer en los cincuenta, cumplió un año de existencia. “La nena”, ya anda, corre, juega y pelea ella solita. Qué bien. ¡!!Muchas felicidades, pequeña!!!
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