Fotografía: Ricardo Gutiérrez
“¿Dónde
está el punto de partida? ¿En mis madres (quiero decir mi padre y mi madre), en
mi hija, en esta ciudad? ¿Naces y cuántas de las cartas ya están echadas? En
otro siglo, pude haber sido esclava. En otro país, tendría trabajo. En otra
calle, en otro cuerpo, en otra década. Y así es como “yo” no existe y de un
modo impreciso pero cierto los griegos tenían razón. Escrito en las estrellas
significa escrito en geografías y fecha: ¿cuánto no ha sido decidió ya? Dirás
que no te importa: incluso si es una milésima de una milésima, ese margen de
libertad te constituye. Me dices que por eso escribo, como si palabra a palabra
esa milésima pudiera quedar grabada, un testimonio para los que vendrán. No estoy
segura, no sé siquiera si existe esa milésima o si el primer golpe azaroso que
puso cada partícula a rodar selló la suerte. Lo que sé es que no importa
demasiado. Vivimos en un compás de dos tiempos entre los real y lo posible que
queremos hace rea, respiramos así. ¿Lo imposible? Lo imposible es una provincia
de lo posible, la más remota, pero existe y a veces se alcanza.
Entonces puede que todo empezara con la primera partícula, o con mis tatarabuelos, o con algo que me pasó a los dos años, una niña me dio la mano y nos atrevimos a rebasar el punto del parque donde nuestras madres dejaban de estar a la vista. Seguimos andando, al poco encontramos unos zuecos de madera, perdidos, viejos: basura para alguien pero un tesoro completo, irrebatible, para nosotras dos y cómo corrimos empuñando cada una un zueco en una mano, sin soltarnos la otra, para llevar a nuestras madres el tesoro, la prueba de la hazaña, el valor de la aventura”.
Dibujo de Rg1024 (dominio público)
Entonces puede que todo empezara con la primera partícula, o con mis tatarabuelos, o con algo que me pasó a los dos años, una niña me dio la mano y nos atrevimos a rebasar el punto del parque donde nuestras madres dejaban de estar a la vista. Seguimos andando, al poco encontramos unos zuecos de madera, perdidos, viejos: basura para alguien pero un tesoro completo, irrebatible, para nosotras dos y cómo corrimos empuñando cada una un zueco en una mano, sin soltarnos la otra, para llevar a nuestras madres el tesoro, la prueba de la hazaña, el valor de la aventura”.
“Interpreta
también: dicen esos dos versos que sales a la aventura porque no puedes volver.
Digo que no tenemos regreso, si mañana todo desapareciera y volviese a empezar,
no nos encontraría desnudos y desnudas, sin daño, nuevos. Nos encontraría como
lo que hemos sido: con eso tendríamos que bregar hacia delante. Imaginemos, pues,
otro hacia delante, allí la amabilidad será común y corriente. Vayamos hacia él
o vendrá un tiempo sin mañana. Entonces, no sólo en la espalda brillante del
corsario, también en su pecho, se reflejaría el incendio, arderá el asilo.”
Belén Gopegui. "El comité de la noche". Penguin Random House Mondadori.
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